“Era sed de muchos años retenida en nuestro cuerpo.
Palabras encadenadas que no pudimos decir sino en los labios del sueño”. Frida
Kahlo
“La intimidad es el último refugio. Si se pierde o se
sacrifica, ¿Dónde vas? ¿Qué te queda? ¿Qué haces cuando quieres desaparecer?
¿Dónde te das una pausa?”.
Miguel Bosé
Yo era una niña de 9 años, jugaba a las muñecas sólo cuando
estaba sola, allí cobraban vida. Por lo general prefería jugar con mis amigos
en la calle ciega a: Policía y ladrón, Cero contra por cero, Voleibol, Las
brujas, etc. La calle me encantaba, también las casas de Érika y de Johana, siempre
estaban solas así que hacíamos desastres, juntas y felices.
Mi casa era increíble: grandísima, con un jardín en la
entrada, los árboles tenían alrededor esculturas que jamás he vuelto a ver en
árbol alguno, una puerta con vitrales, un garaje, un patio, techo de tejas, un cuarto
para mis juegos, un comedor gigante, una cocina de sueños con una ventana
preciosa. Sin embargo estaba muy muy abandonada y mis amigas decían que mi casa
era una casa de fantasmas. En el jardín tenía árboles frutales y plantas
medicinales (mamones, naranjas, limones, guayabas, toronjil, etc). Los niños se
metían a robar mamones y mi abuela (tinerfeña) los sacaba a punta de regaños.
Así, mi abuela era célebre por su carácter, llamaba la atención a todos,
incluso a las madres que delante de ella le pegaban a sus hijos, se los arrebataba
de las manos y los consentía. De esta forma recuerdo mi casa y a mi abuela.
En la noche sufría de pánico. Tenía terror absoluto apenas
caía la noche. Sentía que no podría dormir jamás, sufría de insomnio (aún me
sucede) y no lo podía explicar pero era algo así como que algo malo me tomaría,
aunque me cubrieran todos mi seres queridos, aun así siempre habría algún
espacio descubierto por el que me alcanzaría el Mal.
Mi casa se llamaba Buenos
Aires. Siempre que mi familia iba a mi hogar se decían entre ellos: “¡vamos
a Buenos Aires!” Eso evidentemente daba la impresión de que viajarían a
Argentina. En mi casa se quedaban todos, había espacio de sobra. Allí se jugaba
Bingo hasta tarde, bebían y reían. Generalmente mi gran casa estaba habitada únicamente por mi abuela (distraída, callada, ausente), mi perra, mis muñecas, los
fantasmas y yo, así que tener gente en mi casa era sinónimo de felicidad.
Recuerdo que volaba en el pasillo, en mis tardes solitarias,
llenas de muñecas, y no sólo lo evoco como un juego, es tan real como
cualquier otro recuerdo: yo volaba. Me acuerdo cuando me elevaba con mis pies
sucios y sudados, en mis cholitas ortopédicas, recuerdo sentir mi bata rota y
casi transparente en mis manos sudadas y sucias, apretarla en mis manos con
algo de miedo, luego, arriba, tocar el techo con mi cabeza, suave, sin golpes,
poco a poco me manejaba en el aire y veía el piso lejos. Tocaba las mariposas
en el techo, esas grandes que asustaban a mi madrina, negras y peludas, las
quitaba de allí sin necesidad de escoba, ya no la asustarían… un ligero toque con mi dedo y se iban a otro
lado. Yo me sentía como ellas: fea, voladora, peligrosa… a mi no me asustaban,
pero las quitaba además para que no las mataran a escobazos.
Una vez me contaban un cuento mi tía Chapi (estudiante entonces
de Letras) y mi tía Chichi (estudiante para aquel tiempo de Economía), no sé de
qué se trataba, yo estaba en mi ataque de pánico extremo, callada, sin decir
nada… Una de las dos cerraba la narración con la frase: “he allí la paradoja…”
y en ese momento sentí que no podía más con el miedo y comencé a gritar y
llorar. Ellas me abrazaban insistiendo en que la paradoja no me haría daño, que
no era un animal ¡ni mucho menos un monstruo!!! Yo no estaba así por la “paradoja”, era mi
estado natural de las noches, pero ellas todavía se ríen de mi y preguntan si
le temo a la susodicha…
Tenía 9 años entonces, cuando mi tía Chichi (lo más parecido
a una mamá para mi) contrae matrimonio y se va. Igual estaba poco en casa pero
dormía en las noches abrazada a mi, me acariciaba, me compraba juguetes y me
llevaba a pasear a veces. Así que mi depresión fue inmensa cuando ella se fue.
Antes de irse me preguntó qué quería estudiar, no en un futuro, ya, ella me lo
pagaría. Yo sonriendo pero con lágrimas le pedí que me inscribiera en “Artes
Plásticas”.
Era la más pequeñita del salón de pintura y me llamaban
Vincent (por Van Gogh). No me faltó nada, todo lo que necesitaba para crear mi
tía me lo compraba. En la escuela era la artista, todo estaba hecho por mi:
carteleras, ofrendas a la virgen, los recuerdos de la canonización del padre
Enrique…
En la adolescencia me cambiaron al Museo Jacobo Borges y
llegó a ir a mi clase ese pintor, estaba muy emocionada. Pintar para mi no era
sinónimo de una profesión, carrera, negocio (quería ser maestra de niños): pintar
para mi era mi vida, mi disfrute, mi alegría. Mi casa, mi entorno, mi cuarto,
todo era mi museo, aunque casi nadie fuera a él.
El tiempo fue pasando, mi abuela regresó a su país: España y
yo me mudé al apartamento de soltera de una de mis tías, con tan solo 12 años. El
terror era inmenso de noche, pero poco a poco se fue; ya no estaba en la casa
de los fantasmas, así que las luces encendidas apaciguaban el miedo.
Cuando me sentía sola llegué a invitar a amigos, hacíamos
fiestas bebíamos y reíamos, sin embargo pronto me di cuenta de que el pasado
familiar no podría regresar y, estar sola no era tan malo, así que comencé a
disfrutar más mi soledad. Pude haber quedado en estado siendo niña, ser drogadicta
o alcohólica, sufrí abandono del bravo, pero ya yo había conocido algo
maravilloso: el arte y nada me llenaba igual.
Ya Hora Hís, la artista, había nacido, a los nueve años, y pude
probar muchas cosas, pero nada fue igual que el arte. El teatro, la danza, la
pintura, ya forman parte de mi. Como espectadora, como creadora, como
partícipe, no importa, ya las artes están en mi y son mías sin importar que mis
obras no estén en galerías. Mi arte es mi refugio, mi guarida. Mi casa se viste
de bosque cuando quiero, mi baño tiene grandes insectos en el techo, mi sala es
un jardín de muñecas, mi escuela ha llegado a ser un mar (hecho en conjunto con
mis niños) y, realmente no me importa que socialmente pase desapercibida como
artista (en mi comunidad soy totalmente reconocida como "la profe. de artes de
los niños"), más allá de eso está el hecho de que ningún título en el mundo
puede darme lo que ya por esencia soy, nací así, sensible hasta los tuétanos,
por error, por abandono, por traumas, por miedo, por alegría, por disfrute… ¿Qué tuvo más peso? No sé… Llegué a las artes
por soledad y deseos de expresión y aquí me quede, y de aquí nadie me saca.
Sería como borrar mi nombre, sería como quitar mi sangre.
Todos somos creadores, yo tomé el pincel y pinté mi vida, y la sigo pintando a
veces con muchos errores, pero está bien, de los errores aprendemos y con los
errores crecemos.
Ser artista para mi es aceptar la vida que tenemos pero
cambiar lo que no nos gusta, lo más que podemos, para sentirnos a gusto aquí.
Ser artista para mi es pintar el bosque que quiero en mi entorno, verde y con
flores, aunque fuera de casa hayan carros y contaminación. Es beber para
prender la chispa de la creación no para hundirme en la tristeza. Es bailar para
celebrar la vida, es actuar para vivir mil vidas, porque hay fuerza para trescientas
vidas y más en mi.
Ser artista es drenar mi hiperactividad, es menguar mi rabia,
es frenar mi violencia, es reír y llenarme la boca de barro y pintura,
comerlo con mi arepa, para no levantarme a lavarme, porque no quiero perder el
tiempo en eso. Es perder mi ropa todas las semanas llena de abrazos de colores
de niños que a su vez pierden el miedo a mi lado, que ven a una tía en mi, que no se va,
que no se marcha, que siempre está allí.

Yo, a los 9 años, en mi cuarto.
Yo, en mi apartamento actual, mi refugio.
De verdad, quede sin palabras, cuanta magía se percibe en este texto, sin duda, eres una gran artísta y guardian de todos los niños y animales, Dios te bendiga siempre. ¿ En serio jugabas Policia y ladron? Que divertido jejejejeje me imagino cuantas aventuras realizabas diariamente . En suma, que bello tu refugio aunque esos lentes los conozco yo claro los mios eran más bonitos, ultimo grito de la moda tienes que reconocerlo y ese pantaloncito corto yo tenia uno igual ¿Porque no te tomaste la foto con un vestido y un sombrero?
ResponderEliminarcopiona jejeje =)
Jajajaja... Copiona, deja la envidia. Sabes que mis pantaloncitos y mis lentes eran más lindos. Te quiero bella.
EliminarJumm jejejeje no es envidia, te estoy diciendo la verdad mis lentes eran más bonitos que los tuyos parecia más bien una mosca cuando me los colocaba como accesorios jejeje y mis pantaloncitos eran super bellos tenia botoncito de corazones.. Insisto! eres una Copiona mill veces copiona. Besitos
EliminarBesos guapa. Está bien. Dejaré que creas que tus lentes y pantalones eran más lindos, pero créeme que tenía un maravilloso e incomparable reloj. Jeje... No puedes con eso ;)
EliminarMuack!!!
Un abrazo grande. TQM
ResponderEliminarTe recontraquiero... Me debes un dibujo hermosísima, lo llevaré siempre en mi corazón <3
EliminarSegurisisismo, te lo haré. Amiguita copiona Tqm
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